En mis más de 10 años de experiencia trabajando como traductor y revisor, he visto un montón de fallos, empezando por los míos.
Sin embargo, hay quien cree que los revisores nunca se equivocan y que siempre saben más que los traductores, y a veces pasa justo lo contrario.
Si ya nos ponemos a hablar del ego de muchos traductores, que no toleran que les hagan cambios aunque esté justificados… Pues ya ni te cuento.
Todo esto y mucho más te lo cuento en el vídeo de hoy. 🙂
¡Hola de nuevo en el día, Pablo!
Aquí estoy, después de haber podido ver estas reflexiones. Son muy oportunas y créeme que los consejos sobre cómo manejarse al cagarla y no andar criticando a mansalva por redes sociales —y personalmente en público— son de lo más aplicables a otros ámbitos, por ejemplo al de la abogacía que es el que ocupo.
Seguro lo leíste en su momento pero, por si no, te comento que, en El Trujamán, Itziar Hernández Rodilla escribió un artículo en que trata esta cuestión; es del 28/2/2017. Lo tienes disponible en https://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/febrero_17/28022017.htm.
¡Saludos desde Argentina y sigue como siempre!
¡Hola una vez más, Fernando!
Está claro que todos la cagamos como dices, ja, ja, ja. Justo ayer tuve una pequeña pifia, pero por suerte era algo menor y no hubo problema, ya que me reconocieron que las instrucciones daban lugar a confusión y de hecho había pasado en otros idiomas. Hablando se entiende la gente. 🙂
Aunque me sonaba el artículo que me has mandado del CVC, la verdad es que no lo recordaba, muchas gracias. Lo acabo de compartir por mis redes también. 🙂
¡Gracias de nuevo!
Pablo
Un vídeo muy interesante. Es verdad que al principio cuesta bastante aceptar críticas porque vienes con el ego muy alto al salir de la facultad con todo aprobado y un título recién sacado del horno. Lo bueno, y lo malo cuando recién empiezas, es que están los revisores para ponerte en tu sitio. Luego cuando tienes más experiencia comprendes que el revisor no se equivocaba cuando te corregía al principio.
¡Saludos!
¡Hola, Ricardo!
Me ha encantado tu comentario porque creo que tienes toda la razón en que quizás, aunque haya mucho esfuerzo detrás, nuestras notas en clase (tanto en el instituto como en la universidad) alimentan nuestro ego sin que nos demos cuenta, y cuando luego nos enfrentamos a la realidad profesional, nos dan por todos lados. Yo siempre tuve buenas notas, pero al llegar a mi primer trabajo me enteré realmente de lo que valía un peine. Por suerte, fue una lección tanto a nivel profesional como a nivel personal que me ha servido mucho en la vida hasta ahora. El ciclo se repite de vez en cuando, pero no de forma tan bestia, de todo se aprende. 😛
¡Gracias de nuevo por comentar!
Pablo